miércoles, 6 de julio de 2011

¿Cómo puedo llevarme bien con mi maestro?

UNA jovencita llamada Vicky dice: “No puedo aguantar a un maestro injusto”. Puede que tú pienses como ella. Sin em­bargo, en una encuesta de unos 160.000 jóvenes estadouni­denses hecha en 1981, ¡el 76% de ellos acusó a sus maestros de alguna forma de favoritismo!
A los jóvenes no les gusta recibir una calificación baja por un trabajo que consideren bueno. Se resienten cuando la disciplina parece excesiva o inmerecida, o si parece que se debe a prejuicio racial. También se enojan cuando el maestro da atención especial o trato preferente a su alumno favorito.
Hay que reconocerlo: los maestros no son infalibles. Tie­nen sus particularidades, problemas y, sí, prejuicios. Con todo, la Biblia advierte: “No te des prisa en tu espíritu a sentirte ofendido”. (Eclesiastés 7:9.) Hasta los maestros ‘tro­piezan muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, es un varón perfecto, que puede refrenar también su cuerpo entero. (Santiago 3:2.) Por lo tanto,  ¿puedes dar a tu maestro el beneficio de la duda?   
Los maestros y sus alumnos favoritos
¿Qué hay del trato especial de los maestros a sus alum­nos favoritos? Recuerda que un maestro afronta exigencias y presiones singulares. El libro Being Adolescent (En la adoles­cencia) dice que los maestros son personas que se encaran a una “situación difícil”, pues tienen que atraerse la atención de un grupo de jóvenes “que por lo general tienen la mente puesta en otros asuntos [...] Tienen ante sí a un grupo de adolescentes muy caprichosos, jóvenes que se distraen fácil­mente y que por lo general no están acostumbrados a con­centrar la atención en nada que dure más de 15 minutos”.
¿Debería ser raro, pues, que el maestro diera atención especial a un alumno que estudia mucho, que presta aten­ción, o que lo trata con respeto? Es cierto que quizás te moleste que a los supuestos aduladores se les conceda más atención que a ti. Pero ¿por qué sentirte molesto o celoso porque algún estudiante diligente sea el favorito del maestro, con tal que no se pasen por alto tus necesidades educativas? Además, no sería mala idea que tú mismo fueras un poco más diligente en los estudios.

Guerra en la sala de clases 
Un estudiante dijo esto de su maestro: “Creía que le habíamos declarado la guerra, y decidió atacarnos primero. Era un paranoico”. Sin embargo, muchos maestros opinan
que tienen razones para ser un poco “paranoicos”. Como lo predice la Biblia, estos son “tiempos críticos, difíciles de manejar”, y a menudo los estudiantes ‘no tienen autodominio, y son feroces y sin amor del bien’. (2 Timoteo 3:1-3.)

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JESÚS TE DICE ...


No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas. ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

jesús

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