miércoles, 6 de julio de 2011

¿Cómo hacer frente a la presión de otros jóvenes?

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¿Te han presionado
alguna vez otros jóvenes
para que actúes en
oposición a lo que sabes
que es correcto?


A la edad de 14 años Karen ya abusaba de las drogas y tenía relaciones sexuales con regularidad. A los 17 años Jim era un alcohólico empedernido y llevaba una vida inmoral. Am­bos jóvenes confiesan que en verdad no les gustaba la vida que llevaban ni las cosas que hacían. Entonces, ¿por qué vivían así? ¡Por la presión que ejercían sobre ellos otros jóvenes!
Karen explica: “Aquello era lo que todos hacían, y me afectó mucho a mí”. Jim concuerda: “Si fuera diferente de mis amigos me quedaría solo”.
Por qué se imitan unos a otros los jóvenes
Mientras algunos jóvenes están en el desarrollo, la in­fluencia de sus padres en ellos disminuye, y el deseo de ser populares y de que otros jóvenes los acepten aumenta. A otros sencillamente les parece que tienen que hablar con alguien ‘que los comprenda’ o que haga que se sientan ama­dos o necesitados. Cuando no hay esa clase de comunicación en el hogar, como suele suceder, los jóvenes la buscan entre otros jóvenes. Además, muchas veces los jóvenes ceden a la presión de sus compañeros porque no confían en sí mismos y se sienten inseguros.
La influencia de otros jóvenes en uno no es necesaria­mente mala. Un proverbio dice: “Con hierro, el hierro mismo se aguza. Así un hombre aguza el rostro de otro”. (Proverbios 27:17.) Tal como un cuchillo de hierro puede aguzar o afilar otro cuchillo que esté embotado, así la compañía de otros jóvenes puede ‘aguzar’ tu personalidad y hacerte mejor per­sona… si tus compañeros piensan y actúan de manera ma­dura y saludable.
¿Cómo reaccionaría yo?
Aunque es fácil decir: ‘No no le tengo miedo a lo que los demás piensen!’, el mantener esa postura cuando uno está bajo la presión del grupo es un asunto muy diferente. Por ejemplo, ¿qué harías tú en las siguientes circunstancias?
Uno de tus compañeros de clase te ofrece un cigarrillo frente a otros jóvenes. Tú sabes que no debes fumar. Pero todos están mirando para ver qué harás…
En la escuela las muchachas conversan sobre el hecho de que tienen relaciones sexuales con sus novios. Una te pregun­ta: “Tú no sigues siendo virgen, ¿verdad?”.
Querías ponerte un vestido como el de las demás mucha­chas, pero tu mamá dice que está muy corto. Te parece que el vestido que te has puesto por la insistencia de ella te da la apariencia de una niña de seis años. Tus compañeras de clase se burlan de ti. Una te pregunta: “¿Por qué no ahorras el dinero que te dan para comer y te compras algo que puedas usar? No tienes que decírselo a tu mamá. Lo único que tienes que hacer es guardar aquí en la escuela la ropa que quieres usar”.
¿Es fácil enfrentarse a situaciones como esas? No; pero si temes contrariar a otros jóvenes, terminarás contrariándo­te a ti mismo y contrariando tus normas y a tus padres. ¿Cómo puedes fortalecerte para resistir la presión de otros jóvenes? (…)

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JESÚS TE DICE ...


No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas. ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

jesús

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