lunes, 20 de junio de 2011

el perro y el conejo

Eran dos vecinos. El primer vecino le compró un conejo a sus hijos.
Los hijos del otro vecino, le pidieron una mascota al padre. El hombre compró un cachorro de pastor alemán.

Diálogo entre los dos vecinos:
- Pero él comerá a mi conejo!
- De ninguna manera. Piensa, mi pastor es cachorro. Crecerán juntos, serán amigos.
Entiendo de animales. No habrá problemas.

Y, parece que el dueño del perro tenía razón. Juntos crecieron y amigos se tornaron. Era normal ver el conejo en el patio del perro y al revés. Los niños estaban felices con la armonía entre los dos animales.

Un día, el dueño del conejo fue a pasar un fin de semana en la playa con su familia y el conejo se quedó solo. Era un viernes.

El domingo a la tardecita, el dueño del perro y su familia tomaban la merienda, cuando entra el pastor alemán a la cocina. Traía el conejo entre los dientes, todo inmundo, reventado, sucio de sangre y tierra, muerto.

Casi mataron al perro de tanto agredirlo. Decía el hombre: El vecino tenía razón, ¿y ahora?

La primera reacción fue agredir al perro, echar el animal, para ver si el aprendía un mínimo de civilidad. - ¡Sólo podía dar en eso!

Algunas horas más y los vecinos iban a llegar. - ¿Y ahora? Todos se miraban.

El perro, pobre, llorando allá afuera, lamiendo sus heridas.

- ¿Ya pensaron como quedarán los niños?

- ¡No se sabe exactamente de quien fue la idea, pero parecía infalible!

- Vamos a bañar al conejo, dejarlo bien limpio, después lo secamos con el secador y lo
ponemos en la casita en su patio.

Como el conejo no estaba muy roto, así lo hicieron. Hasta perfume le pusieron al animalito. Quedó lindo, parecía vivo, decían las niños. Y allá lo pusieron, con las piernitas cruzadas, como conviene a un conejo durmiendo.

Luego después oyen a los vecinos llegar. Notan los gritos de los niños.
¡Lo descubrieron!

No pasaron cinco minutos y el dueño del conejo vino a tocar a la puerta. Blanco, asustado.
Parecía que había visto un fantasma.

- ¿Qué pasó? ¿Qué cara es esa vecino?
- El conejo... el conejo...
- ¿El conejo qué? ¿Qué tiene el conejo?
- ¡Murió!
- ¿Murió? ¡Aún hoy por la tarde parecía tan bien!
- ¡Murió el viernes!
- ¿El viernes?
- ¡Fue antes de que viajáramos, los niños lo enterraron en el fondo del patio!

La historia termina aquí. Lo que ocurrió después no importa. Ni nadie sabe.

Pero el gran personaje de esta historia es el perro. Imagine al pobrecito, desde el viernes, buscando en vano por su amigo de infancia. Después de mucho olfatear, descubre el cuerpo muerto y enterrado.

¿Qué hace él? Probablemente con el corazón partido, desentierra el amigo y va a mostrarle a sus dueños, imaginando poder resucitarlo.

El ser humano, continúa juzgando a los otros por la apariencia, aunque tenga que dejar esta apariencia como mejor le convenga.

Otra lección que podemos sacar de esa historia, es que el ser humano tiene la tendencia de juzgar anticipadamente los acontecimientos sin antes verificar lo que ocurrió realmente.

Cuantas veces sacamos conclusiones equivocadas de las situaciones y nos creemos dueños de la verdad?

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JESÚS TE DICE ...


No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas. ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

jesús

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