miércoles, 6 de julio de 2011

¿Por qué se divorciaron mis padres?


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Una de las experiencias más
dolorosas de los hijos
es ver que se rompe
el matrimonio de sus padres


“Recuerdo cuando papá se fue de casa. No podíamos entender qué estaba pasando. Mamá tuvo que empezar a trabajar fuera, y nosotros nos quedábamos siempre solos. A veces lo único que hacíamos era sentarnos junto a la ventana, preguntándonos si acaso ella también nos había dejado. . .”
Una hija de padres divorciados
EL DIVORCIO de los padres de uno puede parecerle a uno el fin del mundo, una catástrofe que traiga sufrimien­tos que duren toda la vida. Suele inundar a los hijos con emociones como vergüenza, ira, ansiedad, temor de verse abandonados, culpa, depresión y el dolor profundo de la pérdida… hasta un deseo de venganza.
Si tus padres se han divorciado recientemente, puede que tú estés entre los afectados así. Después de todo, lo que nuestro Creador quería era que fueras criado por un padre y una madre. (Efesios 6:1-3.) Pero ahora te falta diariamente uno de tus queridos padres. “Yo apreciaba mucho a mi padre y quería estar con él —dice, lamentán­dose, Paul, cuyos padres se divorciaron cuando él tenía siete años de edad—. Pero nos pusieron bajo la custodia de mamá.”
El porqué del divorcio
A menudo los padres han ocultado bien sus dificulta­des. “No recuerdo que mis padres pelearan —dice Lynn, cuyos padres se divorciaron cuando ella era una niña—. Yo creía que se llevaban bien.” Y hasta cuando los padres sí riñen, ¡todavía puede venir como sorpresa el divorcio!
Los padres se hace culpable de infidelidad sexual. Dios sí per­mite que el cónyuge inocen­te obtenga un divorcio. (Ma­teo 19:9.) En otros casos, “ira y gritería y habla injuriosa” han llevado a la violencia, y han hecho que uno de los cón­yuges tema por su bienestar físico y el de sus hijos. (Efesios 4:31.)
Es cierto que algunos di­vorcios se obtienen sin base sólida. En vez de buscar solución a sus problemas, algunos obran egoístamente y se divorcian porque son ‘infelices’ o `ya no están enamorados’. Esto desagrada a Dios, quien “ha odiado un divorciarse”. (Malaquías 2:16.) Jesús tam­bién indicó que algunos disolverían sus matrimonios por­que sus cónyuges se harían cristianos. (Mateo 10:34-36.)
Cualquiera que sea el caso, el que tus padres hayan decidido permanecer callados o den solamente respuestas vagas a tus preguntas en cuanto al divorcio no significa que no te amen*. Puede que el mismo dolor que sienten les dificulte hablar sobre el divorcio. (Proverbios 24:10.) Pue­de que también se les haga difícil y embarazoso admitir sus fallas mutuas. (…)

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JESÚS TE DICE ...


No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas. ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

jesús

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