miércoles, 6 de julio de 2011

¿Por qué no me comprenden mis padres?


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ES SOLO natural que uno quiera que lo comprendan. Y si tus padres critican lo que a ti te gusta o lo que consideras importante, eso pudiera frustrarte mucho.
Robert, de 16 años, cree que su padre no comprende por qué a él le gusta cierta clase de música. Dice: “Lo único que hace es gritarme: !Quita eso!’. Así que yo quito la música, pero lo quito a él también”. Muchos jóvenes se retiran así emocionalmente a su propio mundo privado cuando parece que los padres no los comprenden. En un estudio extenso de jóvenes, el 26% de los entrevistados admitió: “Trato de estar fuera de casa la mayor parte del tiempo”.
Como se ve, en muchos hogares existe una enorme brecha entre los hijos y los padres. ¿A qué se debe esto?
“Poder” contra “canicie”
Proverbios 20:29 dice: “La hermosura de los jóvenes [o las jóvenes] es su poder”. Pero esa fuerza o “poder” puede colocar la base para toda clase de conflictos entre tus padres y tú. El proverbio continúa: “Y el esplendor de los viejos es su canicie”. Quizás tus padres no estén ‘canosos’ literalmente, pero son mayores, y su manera de ver la vida difiere de la tuya. Ellos se dan cuenta de que no todo en la vida tiene resultado feliz. Puede que alguna mala experien­cia personal haya templado el idealismo que tuvieron cuan­do eran jóvenes. Debido a esa sabiduría que han adquirido por experiencia —”canicie”, por decirlo así— puede que tus padres simplemente no se entusiasmen como tú en cuanto a ciertas cosas.
Un joven llamado Jim dice: “Mis padres (que se criaron durante la gran depresión económica) creen que el dinero se debe ahorrar para comprar cosas importantes. Pero yo vivo ahora mismo también. [...] Quiero viajar mucho”. Sí, entre el “poder” juvenil de uno y la “canicie” de los padres pudiera haber una brecha enorme. Así, muchas familias están profundamente divididas por asuntos como el vestir y el arreglo personal, el comportamiento con personas del sexo opuesto, el uso de las drogas y las bebidas alcohólicas, el tener que llegar a casa a cierta hora, los compañeros de uno, y los quehaceres domésticos. Sin embargo, la brecha entre generaciones se puede cerrar. Pero antes de que puedas esperar que tus padres te comprendan a ti, tú debes esforzarte por comprenderlos a ellos.
Los padres son humanos también
“Cuando yo era más joven, daba por supuesto que mamá era ‘perfecta’ y no tenía las debilidades ni los senti­mientos que yo tenía”, dice John. Pero después los padres de John se divorciaron, y su madre tuvo que atender sola a siete hijos. April, la hermana de John, añade: “Recuerdo que la veía llorar por la frustración de tratar de encargarse de todo. Entonces me di cuenta de que no estábamos viendo correctamente la situación de mamá. Ella no lo puede hacer todo, siempre en el momento oportuno ni de la manera correcta. Vimos que tenía sentimientos y era humana también”. (…)

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JESÚS TE DICE ...


No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas. ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

jesús

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